En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos; haced y cumplid todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.
Lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las borlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame “maestros”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “maestro”, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Ni llaméis a nadie “padre” en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo.
Ni tampoco os dejéis llamar “guías”, porque uno solo es vuestro Guía: el Mesías.
El mayor entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

🕊️ Mi reflexión:
Este Evangelio hoy me golpea fuerte en el corazón. Jesús me habla sin rodeos, y siento que también nos habla a todos en Luz del Camino. No se trata de títulos, de honores, ni de aparentar… sino de la vida real, de la verdad que hay dentro de nosotros.
Cuando leo esto, me viene una pregunta sincera: ¿cuántas veces yo mismo he dicho palabras bonitas, pero luego me ha costado vivirlas? ¿Cuántas veces he querido dar lecciones a otros, mientras en mi interior todavía estoy luchando con lo mismo? Y entonces me doy cuenta de que Jesús no me pide perfección aparente, sino humildad y coherencia.
Él me recuerda que todos somos hermanos, que aquí ninguno está por encima del otro, que no importan los títulos ni los cargos, porque lo que verdaderamente nos define es el amor y el servicio. Y ¡qué liberador es eso! No tener que aparentar nada, no vivir de lo que piensan los demás, sino desde la sencillez de saber que Dios me ama tal cual soy.
Ser cristiano —me lo repite hoy el Señor— no es cargar a los demás con normas pesadas, sino acompañar, aligerar, sostener, escuchar. A veces basta un gesto pequeñito, una palabra amable, una mirada de ternura, para servir de verdad al hermano.
Jesús nos dice: “El mayor entre vosotros será vuestro servidor”. Y yo quiero creer que ese es el camino de nuestra comunidad: no competir, no ver quién hace más, sino caminar juntos, hombro con hombro, sirviéndonos unos a otros. Porque en Luz del Camino nadie es más que nadie, todos somos hijos amados del mismo Padre.
Hoy le pido al Señor un corazón humilde. Humildad no es rebajarse ni despreciarse, sino reconocer que todo lo que tengo y todo lo que soy viene de Dios, y que solo tiene sentido cuando lo pongo al servicio de los demás.
Que nuestra vida no se quede en palabras, sino en obras de amor. Que no busquemos aplausos, sino corazones tocados. Que no corramos tras los primeros puestos, sino tras los últimos, donde está Jesús sirviendo y lavando pies.
🙏 Señor, enséñanos a ser pequeños para que Tú seas grande en nosotros.
🙏 Enséñanos a ser hermanos de verdad, no jueces.
🙏 Enséñanos a servir con alegría, porque ahí está la verdadera grandeza.
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