🕊️ LECTURA Y EVANGELIO DEL DÍA

📖 Primera Lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2 Cor 5, 14-21)

Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron.

Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos.

Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos.

El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado; ya todo es nuevo.

Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y que nos confirió el ministerio de la reconciliación.

Porque, efectivamente, en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a tomar en cuenta los pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación.

Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, es Dios mismo el que los exhorta a ustedes.

En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios.

Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo “pecado” por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 5, 33-37)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

“Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento.

Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios;

ni por la tierra, porque es donde él pone los pies;

ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.

Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos.

Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno.”

🕊️ Mi Reflexión:

Hoy el Espíritu nos conduce por dos caminos que se encuentran en lo profundo del corazón humano: la reconciliación y la verdad.

En la lectura, san Pablo nos habla de una llamada urgente, casi desesperada, a reconciliarnos con Dios. Nos dice que ya no debemos vivir para nosotros mismos, sino para Cristo. Y eso es radical. Implica dejar de mirar con ojos humanos, y empezar a ver con ojos redimidos. Todo lo viejo ha pasado. Todo es nuevo.

Dios no guarda rencor. No nos exige explicaciones exhaustivas por el pasado. Él mismo nos confía el “ministerio de la reconciliación”. ¿Qué es eso? Ser puentes, no muros. Ser testigos vivos de que el perdón es más fuerte que la culpa. ¿Nos lo creemos de verdad?

El Evangelio de Mateo conecta con este mensaje: nos llama a la sencillez del corazón, a dejar de escondernos tras promesas vacías o palabras que suenan a verdad pero están huecas. Jesús nos pide algo más difícil que jurar: ser sinceros, sin adornos ni dobleces.

“Que tu sí, sea sí. Que tu no, sea no.”

Porque el cristiano no vive para convencer, sino para encarnar la Verdad.

Hoy te invito, hermano, hermana, a examinar tu vida. ¿Hay algo que necesites reconciliar? ¿Contigo mismo, con Dios, con otros? ¿Hay palabras que han perdido su verdad? ¿Promesas no cumplidas, o “síes” dados con miedo?

Cristo no nos llama a la perfección moral, sino a la coherencia del alma. A vivir con autenticidad, sabiendo que Él ya ha hecho todo para que seamos justos, santos y libres.

José Manuel • 14/6/25


Descubre más desde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio

Descubre más desde

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo