En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera”.

🕊️ Mi reflexión:
Ayer escuchábamos a Jesús desenmascarar la hipocresía de los que cierran puertas. Hoy continúa su palabra incisiva y nos lleva un paso más allá: no basta con cumplir lo externo, hay que dejarse purificar por dentro.
Los fariseos cuidaban con minuciosidad lo pequeño —el diezmo de la menta, del anís y del comino—, pero descuidaban lo esencial: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Hoy también nos puede pasar: nos obsesionamos con detalles de rituales, con formas y costumbres, mientras dejamos de lado lo que verdaderamente agrada a Dios: un corazón justo, misericordioso y fiel.
Jesús usa una imagen dura y gráfica: “cuela el mosquito, pero se traga el camello”. Es decir, hacemos un esfuerzo enorme en lo irrelevante, pero toleramos injusticias enormes, olvidos gravísimos, actitudes que contradicen el Evangelio.
Y luego añade otro golpe: limpiar el vaso por fuera, mientras dentro sigue sucio. Aquí está el centro del mensaje: Dios no se deja engañar por apariencias. Lo que cuenta no es lo que los demás ven, sino lo que Él mira en lo profundo del corazón.
Este evangelio es una llamada urgente a examinar qué hay dentro de nosotros:
- ¿Cuido más la imagen que la verdad de mi vida?
- ¿Defiendo normas y costumbres, pero soy indiferente al sufrimiento del prójimo?
- ¿Me preocupo por parecer creyente, en lugar de dejar que Cristo transforme realmente mi interior?
La vida cristiana no consiste en un barniz religioso que brilla por fuera, sino en una conversión que empieza en lo oculto y se manifiesta en obras de amor. Jesús no quiere vasos relucientes por fuera y podridos por dentro; quiere un corazón limpio que, desde dentro, contagie pureza y verdad a todo lo demás.
Por eso hoy su palabra no es condena, sino cirugía del alma. Es la voz que nos invita a dejar que Él entre en lo más profundo de nuestras oscuridades, para limpiarnos de la codicia, del orgullo y de la indiferencia. Solo entonces nuestras prácticas externas tendrán sentido, porque brotarán de un corazón renovado.
El Señor nos pide que volvamos al centro: la justicia que defiende al débil, la misericordia que levanta al caído, y la fidelidad que permanece en el amor incluso cuando cuesta.
Los “¡ay de ustedes!” de Jesús son también un “¡despierta tú!”, una llamada fuerte a sacudirnos la hipocresía y vivir con coherencia. Y si nos dejamos transformar por esta palabra, un día escucharemos de Él no un reproche, sino una promesa: ”Dichoso tú, porque tu corazón está limpio y reflejas mi amor”.
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