En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.

🕊️ Mi reflexión:
El Evangelio de hoy nos recuerda algo muy profundo: para Jesús, la verdadera familia nace del corazón que escucha y obedece la Palabra de Dios. No se trata solo de lazos de sangre, sino de lazos de fe y amor.
Cuando alguien le dice que su madre y sus parientes lo buscan, Jesús no rechaza a su familia, sino que amplía el horizonte: todos estamos invitados a entrar en la intimidad de su vida, a ser parte de esa familia inmensa que se forma alrededor de la escucha y la obediencia a Dios.
María, su madre, es el ejemplo perfecto de esto, porque no solo lo llevó en su vientre, sino que primero lo llevó en su corazón, guardando y meditando cada palabra del Señor. Ella nos enseña que el verdadero parentesco con Jesús nace de abrirnos a la Palabra y dejar que transforme nuestra vida.
Hoy Jesús nos dice: “Tú también puedes ser de mi familia. No necesitas más que un corazón dispuesto a escuchar y a vivir lo que Dios te dice.” Es una invitación tierna y exigente a la vez: a no quedarnos solo en escuchar, sino en poner en práctica, aunque sea con pasos pequeños y sencillos, lo que el Señor nos inspira.
De esa manera, cada gesto de amor, cada acto de perdón, cada momento de fidelidad a su Palabra, nos va tejiendo en esa gran familia donde Dios es Padre, Jesús es Hermano, y María es Madre.
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