Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 1-6

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.

Y les dijo: “No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación”.

Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes.

🕊️ Mi reflexión

Este pasaje, aunque breve, encierra una enseñanza poderosa para la vida cristiana, una llamada radical a la confianza, al desprendimiento, a la misión, y al vivir la dependencia de Dios más que de nuestras seguridades humanas.

1. Ser enviados como los Doce: confianza radical en la misión

Jesús no permanece pasivo: llama, capacita, equipa con autoridad y poder, y envía. Ser discípulo no es simplemente “seguirme desde lejos”, contemplar, admirar, asistir; ser discípulo es ser enviado. Todos los que creemos en Él estamos llamados a anunciar el Reino y a aliviar el sufrimiento de los demás, sea por medio de palabra o de acción, por medio de compasión, consuelo, curación.

Pero para eso, antes hay que experimentar la autoridad que Él da, la gracia que capacita, no confiar sólo en nuestras fuerzas humanas. Lo que hace posible la misión efectiva no es nuestro ingenio, sinón nuestra entrega confiada al que nos envía.

2. El desprendimiento y la sencillez

Jesús manda: “no lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas”. Es una expresión fuerte de desprendimiento. No se trata de masoquismo, sino de liberarnos de lo que puede obstaculizar nuestra apertura a Dios y a los demás.

Si cargas muchas seguridades, posesiones, bienes, previsiones, preocupaciones, dependes de ellas y no estás tan libre para lo inesperado. Si “llevas mucho bagaje” —material, emocional, mental—, pierdes agilidad espiritual y la capacidad de depender de la providencia de Dios y de recibir lo nuevo que Él quiere hacer.

En la vida espiritual, este desprendimiento puede traducirse en dejar atrás seguridades falsas: orgullo, la autosuficiencia, la autoconfianza, la necesidad de control, la dependencia de elogios, de seguridades externas. A veces llenamos nuestras “alforjas” con orgullo, con necesidad de aprobación, con miedos. Jesús quiere que vayamos ligeros de espíritu.

3. Permanecer donde se es acogido; reconocer también las resistencias

Jesús manda quedarse en la casa donde se alojen, mientras estén allí, y también da una indicación fuerte: si no los reciben en un pueblo, al salir, sacudirse el polvo de los pies como testimonio.

Esto nos enseña:

Primero: humildad para aceptar la hospitalidad, la acogida, sin imponer. Vivir la misión también significa depender de la bondad de los otros, estar abiertos al que recibe, aceptando su casa, su cultura, su modo de vida. Segundo: discernimiento: hay lugares, personas, situaciones en las que el mensaje no encuentra disposición. Y no por ello vamos a forzar, ni insistir inútilmente, sino que hay que reconocer esas resistencias. Sacudir el polvo de los pies es una forma simbólica de no quedar atados donde no hay apertura, donde no se quiere escuchar, donde no se quiere acoger. Tercer: testimonio. El gesto es también un testimonio. Si han rechazado al enviado, algo de ellos mismos se ha cerrado frente a la Palabra. La acusación, no para condenar en espíritu, sino como un reconocimiento de responsabilidad.

4. Ser ambulantes: anunciar y curar “aldea tras aldea”

El pasaje concluye con los discípulos en camino: “fueron de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.” Hay una vida de movimiento, de itinerario. No se quedan estáticos, ni se contentan con lo fácil, con lo que ya conocen.

Esto nos plantea preguntas muy decisivas:

¿Estoy viviendo mi fe con dinamismo, con salida? ¿Dónde podría yo salir fuera de mis comodidades para anunciar –con palabra, con ejemplo, con servicio– el Reino de Dios? ¿En qué “aldeas” espirituales, sociales, culturales estoy llamado a entrar, llevar consuelo, sanación, esperanza?

5. Aplicaciones para la vida interior — transformación personal

a) Despojamiento interior

Cultivar un estilo de vida espiritual que pide dejar de depender de seguridades externas. No digo que tengamos que vivir todos como los misioneros de antaño, pero sí que reconozcamos qué cosas en nuestro interior ocupan el lugar de “bastón o alforja” que nos impiden movernos, fiarnos, depender de Dios en vez de nuestras estructuras de confort.

b) Disponibilidad para servir y consolar

¿Dónde están los enfermos que necesitan cura? No solo enfermos físicos, también los que están rotos en el alma, los que están oprimidos por el miedo, la soledad, la injusticia. Ser instrumentos de sanación, acercarnos con compasión, con misericordia, con presencia.

c) Valorar la dependencia de Dios

Cuando no tienes nada contigo, dependes más de Él. Esa dependencia tiene que ver con la oración, con la confianza, con el abandono. En esos momentos en que parece que no tienes tus esquemas, tus seguridades, tu plan B, ahí puede surgir lo nuevo.

d) Aceptación de rechazo y resistencia

Si tu mensaje no es escuchado, si tu oferta de bien, de servicio, de palabra no encuentra eco, no por eso debes desesperar, ni ponerte a la defensiva con rencor interior. Sacudir el polvo de los pies es dejar atrás lo que te ata, sin odio, sin resentimiento, sino con la conciencia de que tú has cumplido tu deber.

e) Persistencia en la misión

Aunque haya rechazos, aunque haya cansancio, aunque haya incertidumbre, hay que seguir anunciando, seguir curando, seguir moviéndose. La misión no es solo momento de entusiasmo, es también fidelidad en lo cotidiano.

6. Transformación comunitaria

No solo es mensaje para cada creyente individual, sino para la comunidad. La Iglesia, las comunidades pequeñas, los grupos parroquiales:

Tienen que ser comunidades que envían, que no se encierran en sí mismas. Deberían ser lugares donde se practica el compartir, la hospitalidad, la solidaridad, la acogida del otro. También comunidades de desapego: no aferradas a estructuras que se vuelven rutinarias, burocráticas, auto-referenciales, sino abiertas a lo nuevo.

Invocación / Oración para que este Evangelio transforme

Te propongo que lo interiorices con estas oraciones:

Señor Jesús,

hazme libre de lo que pesa en mi corazón, lo que me impide moverme contigo.

Dame la valentía de dejar mis seguridades humanas, mis apegos, mis miedos, para seguirte con confianza.

Que pueda escuchar tu voz que manda, que capacita, que envía, y me dé disposición para anunciar tu Reino y curar heridas donde haya dolor.

Cuando encuentre rechazo, dame la humildad de aceptar y la paz de soltar sin rencor.

Hazme discípulo en salida, hermano y servidor fiel, testigo de tu presencia amorosa en cada gesto pequeño.

Amén.


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