En aquel tiempo, despuĂ©s de lavarles los pies a sus discĂpulos, JesĂșs les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el siervo no es mĂĄs que su señor, ni el enviado mĂĄs que el que lo envĂa.
Sabiendo esto, dichosos serĂ©is si lo cumplĂs.
No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: âEl que come mi pan ha alzado contra mĂ su talĂłnâ.
Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creĂĄis que Yo Soy.
En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envĂe me acoge a mĂ, y quien me acoja a mĂ, acoge a Aquel que me ha enviado».
đč Palabra del Señor
âïž Gloria a ti, Señor JesĂșs

âš ReflexiĂłn: âEl corazĂłn del Siervoâ
En el silencio del CenĂĄculo, mientras la traiciĂłn flota en el aire como un presagio, JesĂșs, arrodillado, toma los pies sucios de sus discĂpulos y los lava. No es una simple lecciĂłn moral. Es una revelaciĂłn profunda de su identidad: el Hijo de Dios hecho Siervo. Y en ese gesto, que es escĂĄndalo para los soberbios y luz para los humildes, nos dice: âAsĂ soy yo. AsĂ te amo. AsĂ quiero que seas tĂș.â
âEl siervo no es mĂĄs que su señorâ, dice. Pero en realidad, nos estĂĄ diciendo algo mĂĄs radical: âNo temas rebajarte, porque allĂ, en el barro, me encontrarĂĄs a mĂ. Cuando laves los pies de otros âaunque estĂ©n heridos, aunque te rechacen, aunque no entiendanâ allĂ late mi CorazĂłn.â
Y luego añade: âOs lo digo antes de que suceda, para que cuando suceda, creĂĄis que Yo Soy.â
âYo Soyâ⊠Las mismas palabras que YHWH (Ă©ste es el nombre sagrado de Dios) dijo a MoisĂ©s en la zarza ardiente. JesĂșs, con esta frase, estĂĄ revelando que su divinidad se manifiesta mĂĄs en el servicio que en los milagros. Que el trono de Dios es una toalla atada a la cintura, no un cetro dorado.
Hoy, tĂș que te preguntas por todos tus problemas, salud, trabajo, aquello que anhelas⊠escucha esto:
JesĂșs ha venido a ti como siervo.
Te ha elegido.
Te ha lavado los pies.
Ha entrado en lo mĂĄs profundo de tu suciedad, de tus dudas, de tus heridas.
Y desde ahĂ, te dice: âEres mĂo. Yo te envĂo. Y quien te acoge a ti, me acoge a mĂ.â
Es un misterio. No hace falta ser perfecto. Solo humilde. Solo disponible.
El que tĂș seas dĂ©bil no impide su fuerza. El que tĂș sientas vacĂo no impide su plenitud.
Y si alguna vez sientes que has sido traicionado, como Ăl lo fue por JudasâŠ
o que alguien a quien diste tu pan âlevantĂł contra ti su talĂłnâ,
no temas: Ăl ya pasĂł por ese dolor⊠y no dejĂł de amar.
đ„ Preguntas para el alma:
⹠¿A quién me estå llamando el Señor a servir, incluso cuando me cuesta?
âą ÂżQuĂ© parte de mi vida necesito entregar para que JesĂșs me lave los pies?
âą ÂżPuedo reconocer su presencia incluso en medio del dolor y la traiciĂłn?
⹠¿Estoy dispuesto a ser su enviado⊠con todo lo que eso implica?
đ OraciĂłn
JesĂșs, Siervo eterno,
que te abajaste hasta el polvo por amor a mĂ,
lĂmpiame tambiĂ©n hoy, no solo los pies, sino el alma entera.
Hazme comprender que el amor verdadero no busca reconocimiento,
sino simplemente darse⊠hasta el extremo.
Hazme siervo contigo, manso como TĂș,
fuerte en el dolor como TĂș,
libre en el amor como TĂș.
Amén.
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