“En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre. Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero en cuanto da a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por la alegría de que ha nacido un hombre en el mundo.
También vosotros ahora estáis tristes, pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría.
Aquel día no me preguntaréis nada.”*
📜 Palabra del Señor.
🕊️ Gloria a ti, Señor Jesús.

🌿 Reflexión – La tristeza que no es para siempre
Hoy me detuve en silencio ante estas palabras de Jesús. No con la mente fría, ni con el corazón en automático. Me detuve porque me sentí dentro de ellas.
“Estaréis tristes.”
Y es verdad. No me lo tengo que inventar. A veces estoy triste. Y no por falta de fe, sino porque hay momentos que duelen. Hay cosas que echo de menos. Hay ausencias. Hay batallas internas. Hay pasos que me cuestan. A veces, no sé bien cómo explicar por qué duele… pero duele.
Jesús no me promete una vida sin dolor, sin despedidas, sin noches oscuras. Al contrario: me lo anticipa. Como un amigo sincero que no endulza las cosas pero se queda conmigo. Me dice que lloraré, que me lamentaré… pero también me promete que la tristeza se transformará en gozo.
No me dice “desaparecerá”, sino “se convertirá”.
Y eso me conmueve profundamente.
Es como si Jesús me dijera: “No todo lo que ahora te rompe será destrucción. Hay dolores que son parto. Hay pérdidas que abren a una nueva forma de vida. Hay lágrimas que están preparando una mirada más limpia.”
Esa imagen de la mujer que da a luz me toca mucho hoy. Porque no es un dolor inútil. Es un dolor con sentido. Y después de ese dolor viene la alegría. Una alegría tan profunda que hace que uno casi se olvide del sufrimiento.
Y me doy cuenta de que esto no solo es una promesa para el futuro: es algo que ya he experimentado. He visto cómo algunas de mis noches más oscuras me enseñaron a valorar la luz. Cómo el silencio de Dios, a veces, fue preparando mi oído interior. Cómo el dolor me hizo más compasivo, más humano, más real.
Jesús no quita la cruz, pero la llena de sentido. Y me recuerda que su ausencia no es abandono: es espera. Que lo que ahora me pesa, un día será testimonio de cómo Él me sostuvo.
Hoy, este evangelio me dice al oído:
“Aguanta. Resiste. Confía. Tu tristeza no será para siempre. Yo volveré. Y entonces tu corazón se alegrará. Y esa alegría, nadie te la podrá quitar.”
🙏 Oración
Señor Jesús,
hoy te hablo desde mi pequeñez, desde mi corazón a veces cansado.
Hay días en los que no entiendo tus silencios, y me cuesta creer que este camino que duele pueda llevarme a la alegría.
Pero Tú me hablas con verdad y ternura.
Me dices que el dolor no será para siempre.
Que hay una transformación en marcha, aunque yo no la vea.
Y me pides que confíe… aunque me tiemblen las piernas.
Señor, enséñame a abrazar el proceso, a no desesperar en la tristeza, a saber que estás conmigo incluso cuando no te siento cerca.
Conviértete en mi esperanza, y que un día mi corazón, al mirarte de nuevo, pueda reír, cantar y descansar, sabiendo que cada lágrima no fue en vano.
Amén.
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“…sabiendo que cada lágrima no fue en vano”
Nunca lloramos en vano. Humanamente nos descarga del sentimiento que nos está encogiendo el corazón y el alma
Espiritualmente, el Señor recoge cada una de nuestras lágrimas y las guarda con ternura . ¿Y sabes lo que hace con ellas? Riega nuestro interior que se fecunda con ese agua que es el fruto del sacrificio, del negarse a sí mismo, de la fe, de la fortaleza, de la esperanza, del compromiso… de las luces y las sombras que se alternan en la vivencia del silencio de Dios.
Por eso llora, llora por dentro y por fuera que ni una sola de tus lágrimas se pierde. Son las gotitas de lluvia que riegan tu vida en Cristo.