En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró diciendo:
«Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; he velado por ellos, y ninguno se ha perdido, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.
Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo.
Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».
✝️ Palabra del Señor
🙏 Gloria a ti Señor Jesús

🕊️ Mi Reflexión:
Cuando leo este evangelio, siento que Jesús estaba rezando por mí. De verdad. No es solo una historia bonita de hace dos mil años. Es como si me dijera al oído: “José Manuel, yo te cuido. Yo te he dado la Palabra. No estás solo”.
Y eso me llega hondo… porque sí, muchas veces me he sentido solo. Perdido. Como si no encajara en este mundo. Como si algo dentro de mí gritara: “esto no es lo que quiero, esto no me llena”. Hay una sed en mí que nada de aquí abajo calma del todo. Y lo he intentado todo: el deseo, el ruido, el trabajo, la lujuria… y nada.
Jesús dice que no somos del mundo, y yo eso lo siento. Siento que el mundo me empuja a olvidarme de Dios, a pensar solo en mí, a buscar placer sin pensar en nadie. A veces, hasta yo mismo me dejo llevar. Me cuesta. Me tienta. Me deslizo.
Pero también hay algo más fuerte dentro de mí: esa voz que me llama a volver, a ser verdadero, a dejarme mirar por Dios tal como soy. Sin caretas. Sin esconder mis luchas, mis caídas, mi pasado… ni siquiera mis deseos. Porque sí, soy un pecador, un hombre con heridas, con historias que no están cerradas. Pero también con ganas de ser distinto. De ser mejor. De vivir en la luz, no en la mentira.
Jesús oraba al Padre para que me guardara del maligno. Porque hay un enemigo real, que no quiere que despierte, que no quiere que sea libre. Que me susurra al oído que no valgo, que nunca voy a cambiar, que estoy solo.
Pero no estoy solo. Y no quiero rendirme. Yo sé que esta lucha no es en vano. Que mi vida puede tener sentido. Que este camino de conversión no es un teatro, es real. Y aunque tropiece mil veces, quiero seguir caminando. Porque he probado un poquito del amor de Dios… y ya no quiero volver atrás.
Hoy, le digo a Jesús, a mi amigo del alma, a mi hermano, a mi Padre: gracias por rezar por mí. Gracias por no soltarme. Aunque a veces no te vea, aunque dude, aunque caiga… no dejes de levantarme. No dejes de buscarme. Yo también quiero buscarte, aunque sea torpemente.
Estoy en camino. No soy perfecto. Pero soy tuyo.
José Manuel
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“No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno”
“Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”
Qué dualidad tan incómoda a veces.
Los cristianos que queremos vivir según Dios quiere, de manera auténtica, realmente no somos de este mundo. En él estamos incómodos, incompletos, sentimos que hay algo más que aquí no se encuentra. Por ello, buscamos en el Amor de Dios, esa vida que el mundo no termina de darte, esa plenitud que sólo el Espíritu llena.
Curiosamente, aunque sin ser del mundo, tengo que vivir aquí rodeada de personas que no entienden lo que busco, mis experiencias con Dios, el Amor que solo Él me da, esa sed de Agua Viva que necesito saciar… Y para colmo entra en escena el “patas”, el maligno que me tienta con todas las cosas que me gustan, con los placeres mundanos que uno conoce tan bien. Lo hace en ocasiones de manera muy tonta, de forma que no parece que sea nada malo, pero qué difícil es salir y desliarte cuando ya estás en marcha. El demonio nos conoce muy, muy bien y sabe dónde toca.
No podemos dejar de vivir en el mundo y aislarse de él, es tan difícil… también el Señor nos pide que evangelicemos aquí, en la tierra. Que nos purifiquemos aquí, que le conozcamos aquí, que atravesemos el desierto y la noche oscura aquí… Así nos prepararemos para morir y vivir eternamente con Él. Solo el don de fortaleza y la fe verdadera es el remedio y antídoto para vivir en el mundo sin ser del mundo.
Es cierto que todo no es negativo. Tenemos personas que respiran y viven como nosotros, esas bendiciones y regalitos que Dios nos hace para seguirle y verle en sus ojos y palabras.
Gracias Señor por pedirle al Padre que cuide de nosotros pobres pecadores que tan fácil caemos. Qué todos seamos uno en ti, Dios único y verdadero.
Qué este Pentecostés tu Espíritu Santo nos colme de dones y carismas para vivir en ti, ayudar al prójimo y darte Gloria.
🙌🏻❤️