📖 Lectura del santo Evangelio según San Juan (20,19-31)
En la tarde de aquel primer día de la semana, estando cerradas las puertas donde se hallaban los discípulos por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio y les dijo:
«¡Paz a vosotros!».
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Se alegraron pues al ver al Señor.
Jesús volvió a decirles: «La paz esté con vosotros. Como me envió el Padre, así os envío yo».
Y sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes no se los perdonéis, les quedan sin perdonar».
Tomás, uno de los Doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
Los otros discípulos le decían: «¡Hemos visto al Señor!».
Él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, ni meto mi mano en su costado, no creeré».
Pasados ocho días, volvieron a estar reunidos, y esta vez Tomás estaba con ellos. Llegó Jesús, se presentó en medio y dijo: «¡Paz a vosotros!».
Después dijo a Tomás: «Mete aquí tu dedo y mira mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado; no seas incrédulo, sino creyente».
Respondió Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no han visto y han creído».
Jesús hizo también en presencia de sus discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro.
Pero éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y dividiendo vuestra fe tengáis vida en su nombre.
🔹 Palabra del Señor
✝️ Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión : “Misericordia que quema el odio y sana las heridas”
Hoy escuchamos a Jesús resucitado soplar sobre nosotros su Espíritu y recordarnos que la misericordia lo cambia todo. No es un sentimiento suave ni un consuelo pasajero: es un fuego divino que arde con fuerza, quema el rencor y abre caminos donde antes sólo había muros de dolor.
1. La herida como manantial de gracia.
Jesús muestra sus manos traspasadas y su costado abierto: ahí brota la fuente de nuestra libertad. No pasa por alto nuestras cicatrices, las convierte en manantiales de perdón. Cada herida —el rechazo, la soledad, la injusticia— es lugar de encuentro con ese Amor que nos perdona sin condiciones.
2. El perdón que dobla las fronteras del odio.
Perdonar no es olvidar; es tomar al enemigo de la mano y decir: “Yo elijo la vida”. Cuando ofrecemos perdón, vencemos la espiral de venganza y hacemos implosión del odio. La misericordia es la fuerza más revolucionaria que existe porque transforma al que perdona y al que es perdonado.
3. Misericordia para los últimos y los excluidos.
Hoy hay niños hambrientos, migrantes olvidados, mujeres violentadas, ancianos abandonados. Jesús no reserva su ternura para lo “correcto”: se derrama sobre todos, en especial los descartados. Ser instrumento de su misericordia implica acercarnos sin preguntas ni juicios, tomar al “último” y ponerlo en el centro de nuestro cariño.
4. De la incredulidad al abrazo de fe.
Tomás necesitó tocar para creer; nosotros podemos creer sin ver, impulsados por la confianza que nace de un corazón curado. Abrirnos a la misericordia de Dios nos devuelve la capacidad de asombro y de amor audaz: creer para ver, sin buscar garantías, sabiendo que Él cumple siempre su palabra.
5. Una misión urgente: “Id y sanad”.
Jesús nos envía con la misma autoridad de su pascua: “A quienes perdonéis, les quedan perdonados…” Cada acto de misericordia es una pequeña resurrección. Hoy, la invitación es clara: llevar la paz y el perdón a cada herida, comenzar en nuestro hogar, extendernos a nuestra ciudad, alcanzando hasta los confines de la tierra.
6. El corazón ardiente se convierte en llama de esperanza.
No hay mayor testimonio de Cristo que una vida transformada por su misericordia. Cuando dejamos que su amor nos consuele y nos sacuda, nuestros corazones se encienden y, sin buscarlos, los demás encuentran en nosotros un reflejo de la ternura divina.
Que esta misericordia que brota del costado de Jesús resucitado fluya hoy por nuestras venas, nos haga pozo de perdón y nos envíe a dar vida donde reina la desesperanza. Amén.
🧭 Examen de conciencia:
🛑 ¿A quién no he querido perdonar por miedo a ser herido de nuevo?
🛑 ¿Cuándo he evitado dar un gesto de ternura porque “no era mi problema”?
🛑 ¿He cerrado las puertas de mi corazón al que sufre, y me he quedado en mi zona de confort?
🙏 Oración:
Señor de la infinita misericordia,
hoy nos presentas tus manos heridas y nos invitas a refugio.
Purifica mi corazón endurecido,
rompe mis cadenas de juicio y orgullo,
y hazme portador de tu perdón sin condiciones.
Que mi vida sea un cántico a tu compasión,
y mi palabra, un puente para el que está herido.
Envíame con tu Espíritu para sanar,
para perdonar, para amar sin medida.
Amén.
🎯 Desafío de hoy:
✅ Hoy ofrece tu perdón donde guardas rencor.
✅ Hoy visita (o llama) a quien vive solo y hazle sentir la ternura de Dios.
✅ Hoy comparte en redes un gesto de misericordia real: una foto de tu acción o un testimonio breve.
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“…no seáis incrédulos, sino creyentes” y “Señor mío y Dios mío “
Esas frases resuenan en mi ❤️al meditar este precioso pasaje del Evangelio.
No pidamos pruebas al Señor, antes bien escuchémosle en nuestro interior esas mociones que el Espíritu Santo nos pone y demos ese salto de fe. ¿Qué mérito tendremos si queremos ver, entender, tocar y controlar a Dios?
Mejor seamos creyentes, pongámonos a sus pies, agachemos la cabeza, rindamos nuestra vida a Él y con humildad, ternura, amor y contundencia digámosle “Señor mío y Dios mío” aquí me tienes para hacer tu voluntad.
Qué María sea nuestro ejemplo de sumisión y aceptación a los designios del Padre.