«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y salteador;
pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz,
y él llama a sus ovejas por su nombre y las saca fuera.
Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas,
y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
A un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.
Entonces Jesús les dijo de nuevo:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que han venido antes de mí son ladrones y salteadores, pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo,
entrará y saldrá y encontrará pastos.
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir.
Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.»

🕊️ Mi Reflexión:
Hoy, mientras leía este Evangelio, me venía una imagen muy clara a la mente: la de alguien que lleva tiempo perdido, buscando sentido, respuestas… y que de pronto escucha una voz conocida, una voz que no asusta, que no impone, sino que llama por su nombre con ternura. Y se le ilumina el rostro porque reconoce esa voz. Es Jesús.
A veces nos perdemos entre tantas voces: la del miedo, la del pasado que pesa, la del mundo que nos empuja a correr sin sentido, o la de quienes nos ofrecen caminos rápidos, atajos para “ser felices”… pero que terminan vaciándonos. Y Jesús nos habla de esto: hay muchos que saltan la valla, que no entran por la puerta, que vienen a “robar”, y nos dejan heridos, desconfiados.
Pero Él es distinto. Él es la puerta. No un obstáculo, no una traba, no una amenaza. Es la entrada al descanso, a la libertad, al alimento verdadero. Por su puerta no se entra con máscaras, ni con méritos. Se entra siendo uno mismo. Herido, cansado… pero verdadero.
Me encanta esto que dice: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” Porque así es, Jesús no nos quiere en modo supervivencia, apagados, resignados. Nos quiere vivos, plenos, despiertos. Y eso no siempre significa tener una vida fácil, pero sí una vida con sentido.
Jesús me recuerda hoy que en Él estoy a salvo. Que no tengo que estar huyendo todo el tiempo, que puedo parar, respirar, y volver a su voz. Que su camino es seguro, aunque a veces sea estrecho. Pero con Él, siempre hay pasto, agua, consuelo. Siempre hay abundancia de amor. Mi vida ha cambiado, ya no estoy solo, lo tengo a Él.
José Manuel • 12/6/25
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