Evangelio según San Juan 21, 20-25

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado en su pecho y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?”.

Al verlo, Pedro dice a Jesús:

—Señor, ¿y éste qué?

Jesús le contesta:

—Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, sígueme.

Entonces empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?”.

Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.

Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo podría contener los libros que se escribieran.

✝️ Palabra del Señor

🕊️ Gloria a ti Señor Jesús

❤️‍🔥 Mi Reflexión:

Hoy me encuentro como Pedro, con la mirada dando vueltas, buscando respuestas donde no están.

—¿Y este, Señor?

—¿Y yo?

—¿Y cuándo me tocará a mí ser amado, ser mirado con ternura, ser comprendido?

Jesús no responde como yo esperaría.

No me da una explicación lógica. No me da una profecía sobre mi futuro.

Solo me dice:

“Tú, sígueme.”

Pero Señor…

¿Cómo seguirte con esta alma rota?

¿Cómo seguirte cuando mi pecho está cansado de respirar solo?

¿Cómo seguirte cuando todo en mí te busca, pero a veces ni te siento?

Estoy cansado. No del camino… sino de caminar solo.

Cansado de buscar un pecho donde recostar mi cabeza, como Juan, y no encontrarlo.

Cansado de pensar que el amor está reservado solo para los otros.

Cansado de ver pasar los días sin que nadie me diga: “Aquí estoy. Tú también mereces ser amado.”

Pero entonces vienes Tú.

Vienes en este Evangelio que termina con una frase casi escondida, pero que hoy me sacude por dentro:

“Muchas otras cosas hizo Jesús… y pienso que ni todo el mundo podría contener los libros que se escribieran.”

¿Y si una de esas cosas que hiciste —y no está escrita— fue venir a verme llorar cuando no podía más?

¿Y si estuviste ahí, sentado a los pies de mi cama cuando ya no tenía fuerzas ni para rezar?

¿Y si una de esas cosas que no caben en ningún libro fue decirme al oído, en mi noche más oscura:

“Yo también te amo… aunque tú no te lo creas todavía”?

Hoy necesito recostarme, sí.

Pero no solo en tu pecho, Señor.

También en el del Padre.

Necesito que alguien me abrace por dentro.

Que me diga que no tengo que ganarme el amor, que ya soy digno de ser querido.

Me he pasado la vida sintiéndome de sobra.

Sintiéndome el último en la fila.

Como Pedro, preguntando por otros, como si mi historia no fuera suficiente para ti.

Pero Tú, Señor, vuelves a lo esencial:

“Tú, sígueme.”

Sígueme aunque estés roto.

Sígueme aunque sientas que nadie te espera.

Sígueme aunque el alma te sangre por dentro.

Sígueme, porque en el camino —con cada paso— te voy sanando.

Y sí…

Aunque me duela reconocerlo, yo también deseo ser amado.

Deseo que alguien, un día, me mire como Tú me miras.

Y que me diga:

“No estás solo. No más.”

Quizás no haya llegado esa persona aún.

O quizás soy yo el que tiene que abrir el alma para dejar entrar ese amor humano que tanto anhelo.

Pero hoy sé que el primero que me ama —el que no se cansa de buscarme en medio de mis ruinas—

eres Tú, Jesús.

Y eso basta.

Eso empieza a curarme.

Padre…

Déjame quedarme un rato más aquí.

No quiero volver a correr.

No quiero hacer más preguntas.

Solo quiero llorar contigo,

y escuchar tu voz diciéndome, una vez más:

“Tú, sígueme. Yo te amo.”

José Manuel • 7/6/25


Descubre más desde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio

Descubre más desde

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo