Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola:
“Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.

🕊️ Mi reflexión:
Hoy Jesús me habla con una gran delicadeza. Me enseña que la verdadera alegría no está en buscar los primeros puestos ni en que los demás me reconozcan, sino en vivir con sencillez y humildad. Cuando me coloco en el último lugar, no me rebajo, sino que dejo espacio para que sea Dios quien me levante y me dé el lugar que me corresponde. Y lo que viene de Él siempre es mejor que lo que yo puedo conquistar por mis fuerzas.
También me invita a amar de una manera nueva: no buscando el interés ni la recompensa, sino dando con un corazón libre. Me recuerda que la felicidad verdadera no está en que me devuelvan el favor, sino en abrir mi vida a los que no tienen nada que ofrecerme más que su presencia. Allí está el rostro de Cristo: en los pobres, en los frágiles, en los olvidados.
Este Evangelio me anima a revisar mis intenciones: ¿hago el bien esperando algo a cambio, o me atrevo a amar como Jesús, gratuitamente? Él me promete que si vivo así, aunque aquí en la tierra no siempre reciba reconocimiento, Dios mismo será mi recompensa en la eternidad.
Hoy quiero decidirme a seguir este camino: más sencillo, más humilde, más libre. Porque sé que es ahí donde está la verdadera paz.
Señor, enséñame a ser humilde de corazón y a vivir el amor sin condiciones, como Tú. Que no me preocupe el lugar que ocupo, sino que me alegre de estar siempre a Tu lado…
Descubre más desde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

