En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

🕊️ Mi reflexión:
”Yo quiero misericordia y no sacrificios.”
Hoy el Señor me ha hablado al corazón con fuerza. Me ha mirado, como miró a Mateo, y me ha dicho:
”Sígueme”.
Y no me ha dicho eso porque yo sea perfecto, ni por mis logros, ni por lo que aparento. Me lo ha dicho sentado en mi mesa, tal como soy, con mis pecados, mis dudas, mis heridas… justo ahí donde yo pensaba que Jesús no vendría.
Pero vino.
Me gusta pensar que Mateo ni siquiera estaba buscando a Dios. Solo estaba trabajando. Estaba en su rutina, con todo lo que eso implicaba en su vida. Y ahí… Jesús lo eligió. Lo llamó por su nombre. Le ofreció algo más que una vida corriente.
Y Mateo se levantó.
Eso me habla a mí. Porque a veces me he quedado sentado demasiado tiempo: en el dolor, en el pasado, en la queja, en la culpa. Pero hoy siento que Dios me está diciendo:
”Levántate José Manuel. Aún puedes seguirme.”
Y no solo eso. Jesús quiso comer con él. Quiso estar con los pecadores, con los rotos, con los imperfectos.
¿Y sabes qué? Eso me sana. Me hace sentir incluido, mirado, amado no por lo que hago, sino por quién soy ante Dios.
Los fariseos no entendían. Cuántas veces he sido yo también un fariseo… señalando, murmurando, exigiendo sacrificios ajenos cuando lo que Dios quiere es misericordia.
Hoy siento que Jesús me pide una fe viva, no un teatro religioso.
Me dice con claridad:
”Yo no he venido a llamar a los que se creen justos. He venido por ti. Por ti, cuando te sientes indigno. Por ti, cuando te cuesta orar. Por ti, cuando te alejas. Por ti, cuando caes.”
Y por eso, Señor…
Gracias por llamarme. Gracias por sentarte a mi mesa. Gracias por recordarme que tu misericordia me reconstruye desde dentro.
Hoy quiero seguirte de verdad.
No por obligación.
Sino porque me has mirado con amor.
Y eso lo cambia todo.
—José Manuel
Descubre más desde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.